LA FRASE DEL DÍA.

jueves, 28 de junio de 2012

RECOPILATORIO: LEONARDO TORRES QUEVEDO.

Hoy empezamos nueva sección en Ing-genius. Esta sección es un recopilatorio de la colaboración de Ing-genius en el blog de EADIC, por lo que a partir de ahora colocaremos cada jueves una de estas entradas para aquellos que aún no las hayáis leído, o que las hayáis leído y queráis volver a leerlas que también puede ser, tengáis la oportunidad de hacerlo. Esta primera entrada está dedicada a un ilustre ingeniero e inventor español: Leonardo Torres Quevedo.

Leonardo Torres Quevedo (Santa Cruz de Iguña (Molledo), Cantabria, 28 de diciembre de 1852 – Madrid, 18 de diciembre de 1936) fue un notable ingeniero y matemático español, aunque él se consideraba más como inventor que cualquier otra cosa. Y puede que fuera así, ya que sus inventos fueron bastante espectaculares para la época y le habrían proporcionado fama mundial y riqueza, si en muchos casos hubiese tenido la adecuada financiación. Aun así, alcanzo una gran notoriedad en aquellos tiempos, llegando a presidir la Real Academia de las Ciencias durante varios años.



Nacido en 1852 como antes se ha mencionado, su inclinación hacia la ingeniería vino marcada por su padre, que era ingeniero de caminos, canales y puertos. De hecho consiguió finalizar sus estudios en la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos en 1876, después de un pequeño paréntesis en el 73 para defender Bilbao del sitio al que fue sometido durante la Tercera Guerra Carlista.

Acabada la carrera no entro a servicio del estado en el Cuerpo quedando como ingeniero libre. A partir de ahí compagina su trabajo con una intensa labor de estudio e investigación en todos los campos de la ciencia.

Como dejaba y retomaba sus estudios, trataré de reflejarlos de forma temática y no cronológica.

En primer lugar podemos hablar de su trabajo con los transbordadores y funiculares. Empezó en Cantabria y posteriormente trato de introducir esta técnica en Suiza, país propicio para utilizarlos por su orografía, pero su proyecto fue rechazado. Tras otros trabajos en este campo, en 1907, construyó el primer transbordador realmente seguro para personas, en el Monte Ulía en San Sebastián. La escasa seguridad de los sistemas de transbordo anteriores solo los hacía aptos para transportar materiales de un lado a otro de un desnivel. El transporte de personas era mucho más arriesgado y no se consideraba un método apto para el transporte público.

Sin embargo su obra más famosa en este campo (y según muchos la obra más famosa de su vida) fue el Spanish Aerocar que cruza las cataratas del Niágara, en Canadá. Es un funicular aéreo que recorre una longitud de 580 metros con una velocidad de 7 km/h. Se tardó dos años en construir, finalizándose en 1916 y aún hoy sigue activo. En él se han subido más de 10 millones de personas en toda su existencia y no ha tenido accidentes dignos de mención.





En segundo lugar se encuentran los dirigibles. Desde 1902 trabajó en este medio de transporte aéreo y perfecciono varios modelos. En primer lugar en España y después en la empresa francesa Astra. Por ejemplo, los Astra XV alcanzaban una velocidad de 100km/h y fueron utilizados por los ejércitos francés e inglés durante la I guerra Mundial, llegando a mostrarse más rápidos y manejables que los zeppelines alemanes, lo cual nos da una idea del importante logro tecnológico conseguido por Torres Quevedo.



Posteriormente intento llevar a cabo un ambicioso proyecto, el Hispania. Con él pretendía establecer una comunicación transatlántica con destino Sudamérica. Parece ser que por problemas de financiación se retrasó y los ingleses Arthur Whitten Brown y John William Alcock fueron los primeros en cruzar el océano.

En último lugar podemos encontrar el campo más extenso y quizá más importante de su vida, la electromecánica. Torres Quevedo inventó el primer radiocontrol de la historia. Lo llamó telekino y lo probo delante del rey para guiar un bote en el puerto de Bilbao. Por falta de financiación (una vez más) no consiguió introducir su invento en la industria militar. Pretendía utilizarlo para guiar torpedos.

También diseñó y construyó diversos tipos de máquinas de cálculo, como por ejemplo El Ajedrecista, primera máquina capaz de jugar al ajedrez (jugaba un final rey-torre y siempre conseguía llega al mate contra un oponente humano) y que puede considerarse como la precursora de la inteligencia artificial.



Publicó “Ensayos sobre Automática” donde plantea la posibilidad de construir una computadora electromecánica.

Inventó máquinas de escribir y el origen de las calculadoras digitales, el aritmómetro electromecánico. Este último invento utilizaba relés, que no son más que interruptores, que pueden estar abiertos o cerrados, lo cual los hace perfectos para trabajar con código binario. Además de velocidad de cálculo, los relés posibilitaban la introducción de circuitos lógicos. La calculadora estaba unida a una máquina de escribir donde se introducían los números y las operaciones en el orden que debían ser realizadas y el cálculo se ejecutaba sin intervención humana. Posteriormente la máquina escribía el resultado.

A grandes rasgos esta es su obra. Faltan inventos, estudios y otros hechos importantes de su vida, así como profundizar en los que sí hemos reflejado pero por no alargar esta entrada demasiado lo dejaremos aquí. Quizá en una próxima entrada terminemos de hacer justicia a este ilustre hombre.

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